Me he vuelto un Lobo solitario, sediento en la noche, ajeno al mundo, escondido de los claros del día temiendo la mano del hombre, del ser humano que quema, que rompe. Me refugié lejano, deseando los bosques y montañas… cantándole a la Luna, renegándole al ardiente Sol su calor.
Me adentré en el profundo silencio y en la soledad, dulce sabor tenían, me venían a la perfección, nunca fue lo mío, eso de las relaciones humanos, siempre fui pésimo, porque era muy diferente, porque nadie era como yo, porque lo dijeron claro… Nunca logré compartir del todo, ellos pedían más de lo que era, y no daban lo que ellos decían dar.
Me volví un receloso, cauteloso de la vida, siempre atento a los zarpasos que arrojarían las personas, precavido de lo que podrían quemar, consumir. Por eso me fui lejos, nadie entendió al Lobo, y se volvió solitario, como siempre había sido, como su naturaleza le pedía.
Y así disfruté de mi Soledad, aunque no por ello dejé de apreciar la compañía… por eso de vez en cuando me dejé ver entre sombras, entre algún árbol o entre la noche estrellada. Y aullé solo de noche y calle y me mantuve lejos, por gusto y por que era preciso.
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