Mi vida estaba tranquila, el corazón sereno, todo marchaba bien. La senda marcaba un camino definido y todo estaba en control. Pero de pronto apareciste tú, derrumbando mi montaña, remeciendo mis mares… Complicándome la vida, con tus ojos de poesía y la sonrisa expectante, pero ya no sé, quizás fue tu magia, o que sé yo, algo en tu andar, tu aroma o alguna excusa más que me pueda inventar, pero tuviste el poder, de embobarme con tal facilidad que avergüenza.
Es que debe haber alguna luz en tu interior, un ángel en tu sonrisa o una estrella en tu corazón, pues simplemente sin motivo y ya sin control, me perdí en tu mirada, en un abismo sin regreso, me lancé al vacío, perdido en tu figura y me olvidé del mundo. Perdí la senda y me fui por allí, a seguir tus pasos, con una sonrisa idiota, sabiendo que algún día te alcanzaré, ¡oh! de eso estoy seguro.
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