Me gusta ir por la vida sin saber que sucederá mañana, me gusta planificar lo justo, ni un segundo de más, para así sorprenderme y dejarme llevar, gusto de ser un hijo del viento y aventarme por los cielos dejando que la vida me lleve por donde solo sabe ella. Suelo dar la ocasión al oscuro y al brillante, le doy mi mano al amigo y al ajeno porque solo vuelo como una hoja en el viento. Cantándole al tiempo, riendo de mis desgracias, cuando entiendo que la vida va y viene y que no hay risas, ni angustias más que cuando yo mismo las elija.
Me gusta saber que solo existen posibilidades y nunca certezas, conocer que nada es obvio, enterarme de lo poco que aún se, contentarme de que aún lloro y de que no importa que suceda, siempre tendré la oportunidad de revertirlo.
Me gusta saber que no debo correr hacia lo que deseo, porque el sabio se sienta a esperar a la vida, porque la oportunidad llegará, puesto que la vida funciona en círculos y todo regresa. Ya lo ves, si sigues algo que da vueltas y que es más rápido que tú, como lo es la vida, pronto quedará en tu espalda y no lo podrás ver, porque vas ocupado en alcanzar lo que ya te alcanzo a ti por la retaguardia.
Me gusta lanzarme a las corrientes del mar y dejarme llevar, mirar el cielo y por siempre perdurar, en un trozo de poesía, en un dibujo o en una corta melodía. Porque no importa lo que vendrá, cuando vivo ahora el mundo me emociona.
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