Viví una vida impensada, una miserable caída en el inconsciente conciente por que lo elegí, porque me dejé aquí olvidado por mi mismo, me senté en un banco y me encerré en un calabozo solitario repleto de gente. Me sentencié como culpable por pereza y no con justicia y me envié a una vida de supervivencia, de sobre existencia y me aferré a una piel, temiendo el día de ayer. Extravié mis profundos deseos, los arrojé al mar, los escondí entre las arenas de un desierto, en un sitio donde nadie los pudiese encontrar, perdí mi amor por los demás, me haciné en mi mismo para que nadie me pudiese dañar y decidí estudiar, para trabajar y trabajar para envenenarme de dinero y que nadie que me viera me pudiese criticar. Viví una vida miserable porque el mundo me exigía eso y me fue demasiado difícil navegar al revés. Desde pequeño me dijeron que si no trabajaba no era nadie, que valía lo que podía pagar, que mi precio y mi status serian lo que más podría valorar, y me prohibieron pensar, meditar era de vagos y olvidé así pronto a mi Dios.
Tuve miedo el día que no pude estudiar, ni trabajar, mi vida fue tan pequeña que no sabia que hacer sino estaba en alguna obligación, un día dejé de hacer lo que amaba y solo me dedique a hacer lo que debía, desde ese día murió mi ilusión, mi más profundo ser se silenció para morir repleto de dolor, olvidado, escondido y temeroso de soñar.
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