La tierra que pisaron tus pies, bendita fue, de la sombra de la montaña a la espuma de los mares, el milagro de la vida por la madre surgió, la llovizna que mojó la flor fue germinando y la maravilla del mundo fue forjando. De la pradera a los bosques durante años, entre los atardeceres se escribieron los mil cuentos, las historias de los valientes, las tragedias de los concientes, leyendas de viajeros y caminantes, se marcaron en la piedra y sólo la piedra las recuerda, se plasmaron aromas y se mancharon de sangre las estrellas, mientras veían pasar los tiempos.
Y se enarbolaron cien fuegos y entre los humos nació la vida, de lo minúsculo creció lo ciclópeo, y de la carne nació el seso, de la existencia nació la muerte y de la sangre se evolucionó al sentimiento. Entre el caos, se hizo paz y se llegó a equilibrio, sólo la pasión y el ímpetu abrieron las batallas y lo que fue uno se dividió. Fragmentado el mundo, lloró las lágrimas de la madre, y se enfrentó a la furia de los padres. A través de los planetas y las infinitas estrellas, siempre fue perfecto y armónico, hermoso entre las galaxias y las potestades, fuerte y rebelde, templado y variado, a pesar de las huellas y las heridas, nunca dejó de sonreírles el mundo. Siempre interconectada, invisible e ilimitada, de su piel se desprende la esencia de la vida humana. Gaia el alma del mundo, la madre de todos. La más hermosa mujer.
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