Aún vivo entre las gentes que se mueven de un lado a otro, entre las mentes que no se inquietan con lo desconocido, que no se sacuden ante lo injusto, y se quedan sentados viendo como la vida pasa porque creen que es demasiado difícil doblarle la mano al destino o porque simplemente piensan que es demasiado peligroso hacerlo. Aún me veo envuelto en un mundo que esta jodidamente mal, y nadie parece verlo o todos parecen querer aparentar que nada pasa. Porque tienen miedo o han caído en el veneno de la quietud en el que los poderosos nos han insertado. Nos han dado televisores con bombardeos de entretención desviando nuestra atención, nos mantienen ocupados para que no podamos pensar, para que no podamos cuestionar, y para manipular lo que pensamos, para repetir ideas de otros e ideales de otros, nos hacen rebaños ciegos, que solo repiten opiniones.
Me siento aún en los bancos de una plaza con gente que no se entera de nada más allá de sus narices, ni siquiera de lo que pasa por debajo de ellas. Estoy viviendo aún con personas que habiendo un mundo lleno de gente viven solas, porque solo viven para si mismos. Pero sigo viviendo aquí, con esta gente, porque creo que aún se puede cambiar el mundo, porque creo fervientemente que podemos cambiar lo establecido, romper el sistema y ser libres como las gaviotas en los cielos y vivir del mar, porque mi anhelo más hermoso es vivir en la verdad, sin dominios de gente que se cree superior por no se que motivo. Aún vivo con la gente estancada porque, sé que con un mínimo movimiento de sus rutinas podemos frenar el mundo y hacerlo girar por el lado correcto.
Revoluciona tu dedo meñique, cambia un segundo de tu rutina, muevete un centimetro de tu quietud y comenzarás a cambiar el mundo.
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