Es un señor, ni un poco distinguido, no camina todo erguido, no se ocupa de los fastidios ni de lo que provoca mucho ruido. Es un intrigante haragán, algo adicto al encanto, inherente a lo incoherente al escribir sus letras, no tendría mucho que aportar de no ser porque el 88,8% de la humanidad encuentra brillante la estupidez cuando es escrita, posiblemente porque viven escapando de un mundo cuadrado con todo formado. Y este que goza de la escritura-locura sin formato y más bien de arrebatos, gusta al extraviado porque creen ingenuamente encontrar un sentido profundo que cambiaria el color de los días, pero no es otra cosa que la propia creencia lo que cambia el blanco en negro y el agua en vino. Y como el sabio no vino, ni toma vino, el loco se quedó escribiendo sandeces y burradas para el vox populi que considera estas líneas como el arte vivo.
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