Escribiéndole a la mujer que no existe, que es perfecta y no le cuesta, mirarme en la hora del anochecer, me pierdo en sus ojos sin cuenca, en sus labios sin rush y en sus pestañas inexistentes, a la musa que quizás algún día se asomará por una rendija de un destino con sabor a arandanos. A ti mujer de la sombra, a la musa perdida de cada macho, te digo que no te asomes, que aún queda mucho por vivir, antes de perderme en tu rubor. Y na’más llegao tu beso, mis ojos se volverán sonsos y dejarán de ver a otra que no seas tú, y a mi aún me mola eso de ir por el mundo encontrando majas y bellas. Dame unos días y luego vente y enamorame.
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