Aprovechándome del espíritu fogoso y voluntario, me desligo de amarras y me arriesgo a ser un bandido al escribir sobre la mujer atada de manos y corazón. Diciendo que no importa la luna que nos albergue ni el sol que nos encienda, la mañana siempre será mañana y mi amor siempre ha sido y por siempre será. Amando cada rincón de tu espeluznante corazón me dirijo a mi sillón a perderme entre tú y un millón.
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