Ciegos todos, los que no veis, que no ven la verdad que se escapa por los poros de una vida escurridiza, como el agua entre los dedos de las manos del tonto que no usa una cuchara ni un jarrón. Ciegos como quien no quiere ver, lo que ve el ajeno que no ve lo propio y no ve lo certero y sí lo efímero. Ciego como el que ama lo instantáneo y no ve lo futuro, ciegos porque no ven lo que se avecina, ni lo que desencadenan, ciegos como el que cree todo lo que se dice y ciego como el que no cree en nada. Ciegos como el que no escucha al hermano que le ama, ciego como el que habla con malicia en la palabra, ciego como el que no quiere ver. Ciego como el terco orgulloso magullado y herido en su honor.
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